Quevedo bi WiZink re dimîne: orgazmek kolektîf a neçar

Es como ver a los Beatles en el 65; a los Rolling después del ‘Exile’ oa The Clash tras ‘London Calling’. El ciclo siempre ha sido igual: el viejo se tira de los pelos mientras el joven baila y quema la ciudad. El 2023 no cambia nada, excepto el número de la moda: Quevedo.

La revelación canaria llena el Wizink (más de 17.400 personas) para presentar su disco ‘Donde quiero estar’, y el éxito retumba por alla capital. Is a triunfo orgánico, trabajado y real, de un artista que comanda la industria como otrora Barbanegra ordenara los mares.

La música arranca con ‘Ahora qué’, buena canción para echar la mecha. En lo demográfico, y generalizando, las entradas las compran ellos; un fenómeno extraño. Ellas vienen de paquete, buscando un momento; a leve roce en el fragor de un estribillo, quizás una mirada cómplice o un primer beso eterno. No suele ser así, y sólo este intercambio de roles hace que todo valga la pena.

Tras la tercera canción, el WiZink corea a Quevedo. La instrumentación es una base de reproducción que alterna reggaeton con un trap/rap subdividido que es la piedra angular de la ‘jerga’ moderna. La temática de las canciones, universal: ¿me quiere o no me quiere? Esa margarita que nunca termino deshojar.

Tras Juseph, que hace un buen papel como segunda colaboración de la noche, suena la primera gran canción, ‘Sin señal’. Es dinámica y pone en el foco en un Quevedobaladro, romántico y sensible, un registro que debería explotar más.

Tras la segunda ovación larga, el canario presentó un tema inédito. Es una trampa rápida, muy rápida y realmente difícil para la voz. La letra no se entiende y el título se me escapa pero el flow no; promesa.

En el retorno al nuevo disco destaca ‘Cuéntale’, con más matices musicales que la media, aunque sean irrelevantes. Estamos todos aquí por Quevedo y su acento palmense, por las rimas vestidas de Autotune y su aura de estrella. El Wizink, como siempre, suena regular (mal), pero, y sé que me repito como la alarma cojonera de las mañanas, a nadie le importa. A mí, después de un rato y tras besarme con la rubia espumosa, también me deja de preocupar.

La segunda mitad del concierto, precedida por un breve fundido a negro, es más animada y encadena los hits. Con los fans ya achispados y en modo ‘Viernes’, funciona como la rueda o el fuego; vanguardista e inevitable. ‘APA’ y ‘Lacone’, conectadas sin pausa, lanzan un éxtasis total que no se desactivará hasta que se enciendan las luces y la realidad vuelva a pesar.

Antes de ese duro golpe, aparece Lola Índigo, quizás la colaboración más estelar del firmamento canario. Cantan juntos ‘El tonto’, una canción con sorna que prolonga el orgasmo colectivo.

‘Vista al mar’, ‘Wanda’ y ‘Supernova’, con Saiko, preparan la preocupación final, que es la que todo fan desearía. El evento, generacional, trascendental y probablemente vulgar, terminó con todos los colaboradores sobre el escenario cantando ‘Ya cayó la noche’ y ‘Quédate’, cuyo número oficial con Bizarrap es demasiado anticlimático.

El Wizink se apaga, los bares cercanos se activan y veo desfilar a 17.000 personas. ¿Qué senta hoy Quevedo? Pagaría a pulmón de fumador por saberlo.